miércoles, 2 de febrero de 2011

Hoy

Hoy fuimos a "la casa", en Hamsptead, la única calle inclinada que hasta ahora había encontrado. David, su dueño, se quejaba, estaba muy decepcionado con su casa posh, porque los cajones de la cocina, de última tecnología en color naranja (muy modernos) le atacaban de forma imprevista cuando cocinaba. Parece ser que la modernidad le ha jugado una mala pasada. Había escrito en una pequeña libreta uno a uno todos los imperfectos. Ahora, ha decidido que quiere tiradores, normales y corrientes. El arquitecto lo mira asustado porque va a manchar la perfecta e impoluta obra.
David es cantante de éxito, muy conocido. Yo no lo había visto en mi vida.


Desde la parada de Hamsptead tardo casi una hora en metro. Primero negra, después verde. En la parte superior de los asientos los publicistas "aprovechan" el espacio y también el tiempo, para despertar el deseo y la necesidad de los pasajeros que viajan atrapados en el triste vagón.
Laura, era una chica con sobrepeso, talla 22. Tras pasar por LIGHTERLIFE su vida a cambiado por completo. Muestra en sus manos unos vaqueros gigantes  mientras posa con unos idénticos pero de la talla 10. Dice que ahora tiene una nueva vida y que empieza un año diferente porque por fin puede viajar en el metro sin problemas. Al lado, en pequeño, hay una foto anterior de ella misma...y el caso es que parece feliz.
Me bajo en Stamford Brook. El tren sigue, se dirije a Richmond.


Virginia Woolf ahora vive en Richmond. Su médico le aconsejó dejar el bullicio de Londres para mejorar de su enfermedad. Se siente vacía. Ya no tiene nada más con lo que rellenar su vida, se está axfisiando. En sus ratos libres (todo su tiempo) escribe un libro acerca de Clarissa, una mujer que da fiestas continuamente para sus amigos porque necesita disimular las cosas que faltan. Sin embargo, Virginia sabe que la única manera de vivir es mirando a la vida de frente, queriéndola con sus imperfecciones (como los cajones de la cocina). Así que esa tarde, guardó las Horas en las que fue feliz junto a Leonard, su marido, se llenó los bolsillos de piedras, y se fue al río.

1 comentario:

  1. Nadius... como me gusta leerte, cada día me sorprendes más. Un besito. Maruca

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